EL TIEMBLO Y SU CASTAÑAR



Buscando algo diferente, nos decidimos dos caminantas a adentrarnos en esos montes entre semana.
Una experiencia muy grata. Tras llegar al lejano Tiemblo (en la provincia de Ávila), partiendo tarde  de Madrid huyendo de atascos laborales y demás zarandajas, comenzamos a andar por el propio camino del castañar sobre las 12 de mediodía. Resultó éste estar alejado del Tiemblo unos 10 km de bellas pistas de conducción por arena y piedra, rodeadas  de pinos y oteando barrancos. Alcanzamos el aparcamiento del El Castañar, cuyo acceso es de pago en fin de semana, según nos enteramos en ese mismo momento. No es de extrañar a juzgar por los sacos de castañas que vimos que algunos cosechaban del bosque. Afortunadamente, se notaba que era martes, y eran pocos.

Además de este buena fortuna pecuniaria, tuvimos la suerte de disfrutar de uno de los últimos días del otoño antes del inminente cambio de hora.

Ya entrar en el bosque impresiona, y el sonido de las castañas cayendo de vez en cuando impacta aún más. Hablando de impactos, una castaña tuvo la puntería de hacer diana en el propio cráneo de Mercedes, y que según sus propias palabras, es como una caja de resonancia. Buen susto nos llevamos, pero con templanza lo llevó la amiga.
A costa de ese susto estábamos algo sugestionadas: y  la umbría del bosque, los crujidos de las ramas, el soniquete del río y del aire en las hojas, y  por añadidura una fotos algo fantasmagóricas que estábamos viendo (habían salido borrosas a causa de la falta de luz).
Sea como sea, un paseante súbitamente a nuestra espalda nos hizo gritar de terror, con el consiguiente sobresalto del pobre hombre, y con el consabido ataque de risa algo histérica que nos dió. Carcajadas pues.
Entre este suceso, las paradas con ojos cerrados para "escuchar el bosque, y los reconfortantes abrazos a los árboles, la jornada estuvo de lo más espiritual.
Siguiendo el curso del río todo fue bien, pero más tarde nos desviamos sin intención de la ruta indicada, y algo de nervios reales y verdaderos pasamos, pues parecía que ya anochecía y no teníamos batería en los móviles, con la consiguiente falta de linterna en caso de apuro.
Finalmente, volvimos a la ruta retrocediendo la poderosa cuesta que habíamos subido aventuradas.
Por ciento que no he mencionado que a la ida en la ruta, se ve el castaño más viejo del bosque, de la edad media, con unos 525 años de vellón. También vimos un refugio a modo de búnker decorado bellamente con pinturas.
El camino de  vuelta cercano al de ida, pero por un sendero a más altura, con lo que  el paseo completo constituye una recorrido circular muy interesante de unos 8 km. Más los cuatro que contabilizamos en nuestro aguerrido y ascenso perdido, unos 12 de km de belleza y emoción.


Cartel con varias rutas para explorar



Estampas del bosque y sus frutos. Las vainas de castaña pinchan bastante
Pesquisas sobre pernoctar por allí



El bosque impresiona

Con el sol filtrando rayos, figuras difusas. Aunque había otras imágenes bastante más fantasmagóricas (que borramos)


Pedimos a una especie de elfo solitario con chándal que hiciera la foto de las dos 




Hacia el refugio 


Olía muy bien, a leña. El castaño reina en sus paredes


Selfie
Comida: el bocata llamado "Catalán" de La Garriga  que no falte. Era de butifarra blanca con pan tumaca


Se adivina el Abuelo entre los árboles


El abuelo tiene un refugio en su interior. Una vez se quemó en parte, pero aún sigue dando castañas a los 525 años


Un abrazo sentido

De vuelta en el aparcamiento encontramos un amigo pastor
                         
Resultó ser luna llena, y desde Hoyo de Pinares, donde fuimos a dormir, así se veía